Ángel García Rodríguez. Trinitario.
Abraham, Jesús y San Juan Bautista de la Concepción, pilares
de mi vocación misionera
Las figuras de Abraham que deja su
tierra por seguir las huellas de Dios, Jesús que se lanza a la misión y nuestro
paisano de Almodóvar del Campo, San Juan Bautista de la Concepción, fueron las figuras claves en el nacimiento de
mi vocación. En ellos vi a hombres valientes que no se aferraban a las
seguridades humanas sino que desde su fe arriesgaron por seguir las huellas de
Dios. Y yo me preguntaba: ¿Y si Dios me llama?
¿Por qué no seguir e imitar la llamada de estas tres grandes figuras?
Y así comenzó en Valdepeñas el camino
de una ilusión misionera hace 41 años. Tras ingresar al noviciado de los
Trinitarios en Córdoba, recuerdo que misioneros trinitarios de África y América
pasaban por allá contándonos sus inmensos trabajos pastorales acompañados de
aventuras. Y claro, esto a los jóvenes, llenos de ilusiones e ideales, nos entusiasmaba.
Algunos ya nos imaginábamos luchando y trabajando como misioneros en América o
Madagascar. No obstante se nos presentaban
dudas, riesgos, miedos y
comentábamos: “Ser misionero es demasiado, yo le daría un buen disgusto a mis
padres, nos costaría adaptarnos a aquella tierras…son tres años sin venir a
España…Eso es demasiado”.
Acabó el noviciado y el C.O.U, y un buen día cuatro jóvenes de aquel grupo se
dirigen al Provincial: “Padre, estamos dispuesto a ir a América. Nos gustaría
estudiar teología en Buenos Aires. Así a la vez que estudiamos, nos vamos
adaptando a la realidad latinoamericana para después trabajar como misioneros”.
Y aquellas ilusiones se hicieron
realidad: seminario en Buenos Aires, posteriormente la ordenación sacerdotal en
Valdepeñas. Y del pueblo a la misión de nuevo. Lima con sus barriadas pobres,
miseria, violencia terrorista, fue mi primera misión como sacerdote. Como
Abraham y como Jesús con mis 26 años ya había puesto la mano en el arado y no
podía volver atrás. Aquellos rostros tristes de madres pobres y niños
hambrientos, clamaba ayuda y solidaridad. Y así gracias a la Solidaridad de
Valdepeñas y de varios países, nació el PROYECTO DE SOLIDARIDAD CON PERU. Gracias
a esas ayudas recibidas pudimos levantar dos consultorios médicos, un centro de
atención al necesitado, tres comedores, una guardería, un centro de
capacitación para la mujer, construcción de varias aulas en el colegio
parroquial, etc.
No era nada romántico contemplar rostros de
mujeres pobres que se confundían con el barro de la tierra, mujeres golpeadas
por la violencia de sus maridos, el Sendero Luminoso que mataba a los más pobres,
un gobierno como el de Fujimori, que solucionaba el problema de los pobres asesinando
y estirazando forzosamente a las mujeres más pobres.
Y había que seguir adelante con las
alforjas al hombro…Y así antes que lo dijera el Papa Francisco, como todos los misioneros salimos a la calle
para llevar la Iglesia de Cristo. Salimos por aquellos caminos polvorientos de
la selva peruana para fundar a orillas del Rio Marañón una misión trinitaria.
En aquellas fronteras no había luz eléctrica ni agua potable, no había médicos
y las escuelas estaban muy lejos. A dos misioneros se nos encomendó dos grandes
parroquias de 200 kilómetros de punta a punta. Más de 30.000 campesinos
esparcidos en más de cien caseríos o pueblitos. A pie, en canoa, a lomos de mula
llegábamos a aquellos lejanos caseríos para desarrollar nuestra vocación
misionera.
Frente aquella cruda realidad, Dios
pedía a los misioneros ser la voz del pueblo y de los más pobres. Así a través
de la Radio denunciamos al mismo gobierno por esa campaña atroz de esterizaciones
forzadas que llevaba a cabo y esterilizó a más de trescientas mil mujeres. ¡Basta,
gobierno asesino, dejen vivir a estas mujeres peruanas que tienen el derecho a
decidir sobre sus hijos!”. Aquello me supuso hace más de 20 años amenazas de
muerte…
De la
radio pasamos a Lima a la televisión desde donde fuimos denunciando las
atrocidades del grupo terrorista Sendero Luminoso y hacer protagonistas a los
pobres de su propia dignidad y liberación.
Uno
de mis últimos campos de misión en Perú fue la cárcel. Cárceles inhumanas. Allá
en el penal Ancón II no había comedor, ni platos, ni cubiertos. Una olla grande
de arroz y otra de habichuelas en una botella de coca- cola cortada o un taper
era su ración diaria de comida bajo el abrasador
sol del patio. Si eran pobres que eran la mayoría no tenían ni derecho a la salud.
Y
yo me preguntaba: ¿Cómo ser misionero en esta cruda realidad carcelaria? Había
que moverse, conseguir comida, medicinas, ropa, abogados, ponerse en contacto
con sus familias aquí en España, hablar
con el embajador para dar una solución a los más de 300 españoles encarcelados
por la droga.
Al
fin, como todo ser humano limitado, el misionero se desgasta, se enferma, se
estresa. El año 2015 me llegaron sin
avisar todas las enfermedades juntas unido a un gran
estrés debido a ese abanico de obras misioneras desplegadas en Perú: Parroquia,
colegio, cárcel, consultorios médicos, guardería, radio, televisión, proyectos
de solidaridad con los pobres, obras, etc. Y ya Dios no pidió que siguiera
abriendo caminos…La oración, el discernimiento, el acompañamiento espiritual
llevó a este misionero a hacer un alto en el camino y venir a España a
reciclarme y a entrar en el taller para arreglar averías.
Y
así amigos, aquí estoy en Sevilla junto a la Giralda y al lado del Río Guadalquivir recomponiendo el
auto que se gastó en “Misiones”. Pero con el alma misionera alegre y feliz del
trabajo realizado.
Jóvenes
que estáis finalizando el Bachiller y que soñáis con un mundo más justo y
fraterno... ¿No os dice nada las palabras de Jesús? “La mies es mucha y los
obreros pocos”… ¿No te dicen nada esa frase del posters del Domund: “Sal de tu
tierra”? Te cuento que yo salí de mi querido Valdepeñas hace 40 años y no me arrepiento…
¡Anímate,
joven! La vida es para vivirla a plenitud y para ser feliz al lado de los que
nos necesitan!. La vida es para darla. Merece la pena ser misionero. La vida misionera como religioso, religiosa,
sacerdote o laico ofrece una verdadera calidad de Vida que no la da ni el
dinero ni las comodidades del mundo.
Un
abrazo misionero de
Ángel García Rodríguez