Hna, Aure Aguirre. Pasionista en Méjico
¡Cuánto os recuerdo y os agradezco, Amigos de Sur y
Sal y de la Delegación Diocesana de Misiones! Me anima mucho sentirme unida a
vosotros-as y lo comparto con mis hermanas religiosas y con los miembros de
nuestras comunidades cristianas.
Os escribo desde México. Supongo que muchos conocéis
la canción tradicional: “México lindo y querido, si muero lejos de ti”… En
realidad el pueblo mexicano se hace querer mucho, por ser sencillo y muy
acogedor, en su gran mayoría; pero últimamente la situación está cambiando
rápida y negativamente. Algunos han llegado a cambiar, con dolor, la letra de
la canción: México lindo y podrido…
La verdad es que México enfrenta un retroceso
político, social, cultural y ambiental sin precedentes; expresado sobre todo en
el severo rezago de muchos mexicanos y la gran brecha entre los ricos
millonarios y la mayoría pobre. La economía impone al pueblo muchos obstáculos
para vivir conforme a su identidad cultural y religiosa. De suyo es un pueblo
que entiende la vida y la naturaleza como un entorno sagrado, pero el
materialismo nos empuja a ser clientes, consumidores, parte del paisaje o
simples productores. Se puede decir que las reformas legalizan el robo, el
despojo y consolidan la llamada economía
de tubo, donde la inversión extranjera llega y pasa por el país, sin
generar crecimiento local, pero sí gran impacto social y ambiental en
detrimento del pueblo, con una industrialización irracional.
Como Pasionista, vivo con la esperanza de que la cruz
no es el final, sino el camino hacia la Luz, hacia la Pascua. No estoy sola, en
la ciudad de México nació nuestra congregación y en este país tenemos las
hermanas 20 comunidades, repartidas desde el Sur (Chiapas) hasta la frontera
Norte (Agua Prieta, Sonora). Esto las hermanas Pasionistas. Los padres
Pasionistas tienen 10 comunidades.
Mi tarea los últimos años es la animación y de verdad
que es un servicio de “retaguardia”, facilitar que las Hnas. trabajen, se
formen, estén cada día más comprometidas. Especialmente los últimos meses hemos
participado en la comisión de Justicia
Paz e Integridad de la Creación (JPIC Pasionista) con laicos, sobre todo
jóvenes comprometidos.
Seguimos en la casa hogar, como hace años y puedo
deciros, con alegría, que tengo ya muchos “nietos”, o sea, hijos e hijas de los
niños-as que estuvieron con nosotras. A algunos les va bien, a otros mal o
incluso muy mal, pero no nos desanimamos.
Sobre el movimiento de Ayotzinapa, como sabréis, es un
acontecimiento terrible, pero que nos ha despertado y unido. Una de las
experiencias más hermosas es la unión de muchas iglesias e incluso sectas,
solidarias con los padres-madres de los desaparecidos, que estamos participando
en las manifestaciones y momentos de oración: peregrinación con veladoras, con
flores blancas, con ropa negra y blanca (especialmente durante el triduo a la
Virgen de Guadalupe).
Os relato finalmente un hecho muy doloroso, pero que
me ha hecho entender la capacidad de perdón de las personas grandes. Se trata
de Rubidia, una amiga y colaboradora nuestra que tenía tres hijos. El segundo
había terminado la secundaria y trabajaba en una panadería. El último lunes de
noviembre, se sentía enfermo, pero se levantó para ir a decir a su jefe que
tenía fiebre y no podría quedarse a trabajar, se despidió de su mamá Rubidia y
se fue andando; unas calles más adelante, le dispararon desde una moto y cayó
muerto… Sin motivo, solo, con 17 años, una vida cortada… Sus padres y hermanas,
después de mucho dolor, han participado en el triduo de la Virgen de Guadalupe
y, en el momento de la paz, me dijeron: “Hermana, ruegue por nosotros, queremos
perdonar, en nombre de nuestro “chelito” (rubio)”.
Me enseñan a vivir, a tratar de ser artesana de la paz… Os invito yo
también, desde donde estamos, con quienes nos rodean: sembremos la paz y el
perdón.